17 de Febrero de 2020

Columna
Ilse Cermur, Judith Cabrera de la Rocha y Meritxell Calderón Vargas

Nos movilizamos este fin de semana contra la impunidad ante la violencia feminicida en México; conocemos cifras que vulgarizan la gravedad de tanta muerte, pero no los esfuerzos científicos, evaluados y basados en buenas prácticas que se han implementado en las comunidades, en los gobiernos, en las poblaciones donde no hay tanta violencia y rapacidad en el consumo de los cuerpos de mujeres y niñas como lo hay en la frontera norte de México.

Esta mañana mi madre, que acostumbra acompañarme a los foros y eventos que organizamos para promover y defender los derechos humanos en el estado, me preguntó cómo nos fue en la marcha, pensando que la asociación civil donde colaboro había sido parte de la organización, entonces me preocupé y le pedí a Ilse y Judith que me ayudaran a escribir este texto para dar a conocer cómo fue, por quiénes y para qué. Ilse escribió:

"Protestamos, rugimos y gritamos en contra de este sistema que nos oprime, silencia, nos desparece y mata. No queremos más feminicidios. Se organizó el día de ayer 15 de febrero, 2020. La marcha contra los feminicidios en la ciudad, el estado y en todo México y el mundo.

Nos organizamos en menos de 6 días: presión, dolor, rabia, coraje, tristeza, todo eso y más experimentamos al leer las notas, era tan fuerte tener que organizarnos para combatir esta realidad misógina, en una cultura machista, en este sistema patriarcal. 5 mujeres, 2 personas de la comunidad LGBTQ+ y 2 hombres.

Organizándonos ante la agonía de la sociedad, con presión encima de todas partes, de manera autogestiva, independiente de cualquier partido político o cualquier organización que no estuviera posicionada abajo, a la izquierda y en contra del patriarcado.

Así nació la marcha-manifestación de este sábado: entregando nuestro dolor, rabia, pero también la esperanza de un mundo mejor en cada grito exigiendo justicia, reparación y respeto para todas las mujeres, para todas las personas.

La unión hace la fuerza, me pregunto ¿quién más debe morir? ¿Una niña, una mujer, una trava, una lesbiana, una madre migrante, una trabajadora, una joven estudiante, una familiar debe morir para empatizar, para unirnos, organizarnos y combatir a este sistema que nos oprime a todas las personas de diferente manera?”

Como abogada y defensora siento que mi parte en esto se cumple con mi constante reclamo directo al gobierno y extendiendo nuestra mano y asesoría a quienes nos escuchan. Con esta marcha me involucré lo que pude porque traía unas ampollitas muy dolorosas en los tobillos y supe de la marcha con poco tiempo para poderme organizar con las compañeras que nos preocupamos por trabajar estrategias de incidencia en políticas públicas que afectan a las mujeres, niñas y grupos vulnerados, sin embargo, tuve tiempo de pensar, hacer unas pancartas y platicar con la hija de mi amiga que no quiso ir a marchar y planeamos quedarnos a ver películas en lo que esperábamos a las muchachas que sí se habían animado a marchar.  Ivanna, Nancy y yo anduvimos paseándonos por la marcha en carro con Amparo la perrita que nos acompañó a llevar a Judith a la marcha y darle aventón a las pancartas que hicimos durante el día. Este es el texto que escribió Judith:

"Una marcha agridulce.

Convocar a una marcha nunca nace de un lugar feliz. Usualmente, las razones son la injusticia, la indignación, la desigualdad en alguna de sus formas. Es una movilización social que nace del descontento. Pero participar en una marcha, usualmente, es una experiencia reivindicativa en sí misma

Independientemente de la causa o el efecto, reclamamos las calles, ocupamos los espacios públicos, damos voz a nuestras exigencias, la alzamos, gritamos en público para que todo aquel que tenga oído escuche nuestras demandas, lo escribimos en pancartas para que quede claro, irrumpimos en la cotidianidad de maneras creativas, la llenamos de colores, de canciones –o consignas, que les llaman. Nos unimos, coreamos, nos abraza la fuerza del colectivo, crecemos hasta abarcar todo el espacio que abarque la marcha. Es una experiencia eufórica. Incluso cuando hay represión, grupos de choque, también hay unidad y esa unidad nos fortalece. Usualmente, salimos de la marcha con ánimos renovados para seguir luchando.

Ayer no.

No puedo hablar por todas, pero esta vez mi experiencia no fue así. Ni remotamente. Ayer asistí a la marcha convocada por la Red Feminista Interseccional Contra la Violencia y terminé agotada. En contra de todo el entusiasmo que pudiéramos compartir, tuvimos las críticas constantes por la manera en que se organizaron los contingentes; políticos advenedizos (asquerosos oportunistas) tratando (como siempre) de colgarse del trabajo de la sociedad civil organizada; tuvimos que enfrentar la indiferencia del aparato de justicia del estado o sus burlas; la participación de hombres no politizados que no siguen protocolos de seguridad para las mujeres; y el peso, el enorme peso del dolor por los feminicidios, particularmente el de amigas y familiares de las mujeres asesinadas.

Eso fue lo peor. Llegar a las instalaciones de la Fiscalía General de Justicia del Estado y escuchar los testimonios, uno tras otro, de muertes violentas, de amigas desaparecidas, de negligencia de las autoridades. Las voces, no puedo olvidar cómo se quebraban, el reclamo de justicia desgarrando sus gritos, la angustia, la desesperación. ¡Nos están matando! ¡El Estado es cómplice!

Lo dejaron claro: nunca más tendrán la comodidad de nuestro silencio. Somos el grito de las que ya no tienen voz.

Las jóvenes leyeron, llorando, la lista de mujeres asesinadas durante 2020 ante la puerta de cristal de la Procuraduría. Los oficiales, adentro, checaban sus redes sociales, reían. Ante la creciente frustración, ellas golpearon y rayaron con labial rojo las ventanas, ellos apagaron la luz.

Tuve que recoger mis lágrimas para regresar a casa, abrazar a mi hija y decirle, ¿qué? ¿Que todo va a estar bien? ¿Que yo la voy a cuidar, la voy a proteger, que nada malo va a pasarle nunca? ¿qué hay madres que sufren la pérdida de sus hijas pero que van a tener justicia?

No hay pancartas, ni consignas ni grito alguno que me quite este pesar".